No cabe duda de que el dólar estadounidense es el centro del sistema monetario internacional desde que adquirió un papel hegemónico a partir de la firma del acuerdo de Bretton Woods en 1944. Más de siete décadas siendo el Rey indiscutible pero ¿será así para toda la eternidad? Aunque parezca paradójico, a veces echar la vista hacia atrás ayuda a comprender la situación actual, así que es lo que me propongo hacer.
EEUU salió fortalecido de la II Guerra Mundial y se construyó un sistema monetario cuyo eje era el USD: éste pasó a ser la única divisa plenamente convertible en oro y con ello también pasó a ser la más deseada entre todas las demás. Aquello hizo que la reina hasta entonces –la libra esterlina– diera paso al nuevo rey, el dólar estadounidense; al mismo ritmo que decaía la libra esterlina aumentaba el papel predominante del dólar. A partir de entonces ha mantenido su posición de liderazgo en todos los sentidos: actualmente el 64% de las reservas en moneda extranjera de todo el mundo, el 45% de los pagos internacionales realizados y el 65% de las transacciones realizadas en el mercado de divisas son en USD. Pero me pregunto si en el panorama económico que se vislumbra de cara a futuro esto seguirá siendo así. El sistema económico mundial en el que vivimos es multipolar, es decir, tanto en términos comerciales como financieros, políticos o incluso militares, se pueden observar claramente diferentes focos de potencia en el mundo, destacando especialmente EEUU, la Unión Europea y China. ¿Hasta qué punto a largo plazo es factible e incluso eficiente la convivencia de un sistema monetario unipolar –basado en la indiscutible hegemonía del dólar– con un sistema económico multipolar? Posiblemente haya quien opine que resulta impensable que el dólar pueda perder su papel predominante y no digo que no sea así, al menos en un corto-medio plazo. Pero también era impensable que la libra esterlina lo perdiera en su momento y si nos remontamos más en la historia podríamos decir lo mismo del ducado o del besante. ¿No será una cuestión de tiempo?
Ya ha habido ocasiones anteriores en las que las circunstancias hicieron pensar que el dólar podía perder su hegemonía: la primera, en la década de los setenta, cuando se rompió el sistema de Bretton Woods y el dólar dejó de ser convertible al oro, hubo quien planteó que el debilitamiento del dólar podía derivar en una pérdida de su supremacía. Pero no fue así. El Acuerdo de Jamaica firmado en 1976, que reconoció de manera formal el sistema de cambio flotante, no cambió la situación hegemónica del dólar. La segunda, fue con la constitución de la Unión Monetaria Europea: se esperaba que el euro pudiera llegar a ser tan importante como el dólar. Sobre todo cuando Reino Unido se adhiriera al euro. Pero no se llegó a producir tal acontecimiento y desde luego tampoco se espera que se produzca. Reino Unido tiene claro que no quiere pertenecer a la Unión Monetaria Europea y no tiene claro si quiere pertenecer a la Unión Europea. Con uno de sus principales socios en esta disyuntiva y con la percepción generalizada de que Europa es incapaz de actuar de forma unida en la escena internacional, el euro no parece que vaya a alcanzar sus aspiraciones de hace década y media.
Ahora bien, no nos olvidemos del tercer foco de potencia en el mundo que puede hacer que haya una tercera ocasión en la que nos replanteemos la hegemonía del dólar: China. En poco tiempo el yuan ha logrado entrar en el top 10 del mercado de divisas, ocupar el 4º lugar en pagos internacionales (aunque con el 2,8% frente al 44,8% del USD), tener presencia en las reservas de 70 bancos centrales (aunque con un porcentaje del 1%) y la inclusión en los Derechos Especiales de Giro del FMI. ¿Quiero decir con esto que creo que el yuan va a jugar un papel similar al del dólar? Rotundamente no. Lo que quiero decir es que cuando se observa claramente que hay más de una potencia económica conviviendo en un sistema monetario basado en la divisa de una única, surgen tensiones y pueden tomarse decisiones que hagan que el sistema monetario no dependa tanto de una única divisa. Las alternativas son muchas y muy variadas, es decir, el rey no tiene por qué ser sustituido por otro rey sino por otro sistema monetario diferente. Ahora bien ¿se podría llegar a hacer un planteamiento serio de un nuevo sistema monetario? ¿Las principales potencias económicas serían capaces de cooperar al nivel que este planteamiento lo requiere? Tengo más dudas acerca de la segunda cuestión que sobre la primera.
Sara Urionabarrenetxea Profesora en la Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV/EHU)